México (PL) A la tercera fue la vencida para Andrés Manuel López Obrador, el próximo presidente de México, cuya nación dio un paso a la izquierda en medio de la derecha predominante en la mayoría de los gobiernos del continente.
El Peje, como le llama el pueblo, AMLO, según sus iniciales, o «ya sabes quién», por los avatares de la campaña, triunfó de manera aplastante en los comicios del 1 de julio. Resultó una cosecha a su perseverancia, principios y visión amplia para interpretar el momento político y social que vive su país.
También a su eterno e incansable peregrinar por la geografía mexicana. No en balde fue el candidato presidencial que más actos públicos encabezó durante la dura y violenta campaña electoral, y también el que menos canceló tales mítines.
Pero no se puede olvidar el pase de cuenta ciudadano a la gestión ejecutiva y en otros ámbitos de gobierno del Partido Revolucionario Institucional (PRI), del presidente Enrique Peña Nieto, con baja aprobación y cuentas pendientes por temas de salario mínimo, violencia, corrupción, impunidad, desaparecidos, pobreza irresuelta y reformas estructurales cuyos prometidos beneficios no alcanzaron a la mayoría de la población.
López Obrador llegará a la presidencia con un amplio colchón de reconocimiento, refrendado también por el avance del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), del cual es líder y fundador.
Morena es la organización más joven con registro nacional y, en alianza con los partidos del Trabajo y Encuentro Social, emergió el 2 de julio como la principal fuerza política del país, con la presidencia, la mayoría en el Senado y la Cámara de Representantes, y las gobernaciones de Chiapas, Tabasco, Morelos, Veracruz (toda una sorpresa) y la Ciudad de México, incluidas 11 de sus nuevas alcaldías, antes delegaciones.
En congresos locales, Morena obtuvo mayoría en 12 de los 27 elegidos; incluso en bastiones priistas como Colima, Hidalgo y el Estado de México, y desbancó también al desdibujado Partido de la Revolución Democrática en la Ciudad de México, mandándolo al tercer lugar.
México vive un momento singular, cuando el próximo presidente anuncia la cuarta refundación del país, que tiene como principios básicos desterrar «la corrupción de la mafia del poder» y trabajar por los más necesitados. Luego de administraciones de corte neoliberal, la suya se propone defender la economía nacional sobre todo a partir de potenciar el mercado interno, incluidos los pequeños y medianos productores agrícolas afectados por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Tlcan), que Obrador quiere renegociar y mantener con las ventajas que represente para su país.
Por lo pronto, luego de su investidura el 1 de diciembre, vendrán medidas para mejorar la situación de los adultos mayores, discapacitados y facilitar la inserción laboral de al menos dos millones 600 mil jóvenes.
Será un cambio, pero gradual, ha dicho el morenista, quien también se propone una transición ordenada, con confianza para el empresariado y la inversión privada.
El gabinete anunciado, más que proveniente de Morena, reúne expertos en la materia, incluida la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez, considerada la exmagistrada más progresista en la historia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Tendrá ella que implementar toda una magia, consensos incluidos, para afrontar la violencia, inseguridad y los desaparecidos, que suman más de 37 mil.
Luego de los comicios no vinieron días de descanso para el morenista, quien mantiene una febril actividad. De las reuniones con su gabinete y colaboradores emanan noticias a diario, a la par que se reúne con personalidades de diversos ámbitos de la vida nacional.
Ya adelantó la convocatoria de foros para lograr consensos y propuestas con vistas a conseguir la pacificación del país, incluida una proposición de amnistía para mujeres y jóvenes captados por el crimen organizado.
No habrá perdón para quienes cometieron crímenes y se buscará la opinión de los familiares de las víctimas sobre esta iniciativa.
En el plano económico el futuro presidente prometió que México dejará de ser importador de gasolinas, pues rehabilitará las seis refinerías de Petróleos Mexicanos (Pemex) y construirá una de gran porte en Tabasco.
También tiene como meta que la economía crezca al cuatro por ciento anual, luego de años de magros resultados que rondan el dos por ciento del alza del Producto Interno Bruto en las últimas dos administraciones.
Será uno de los retos de López Obrador, quien no podrá hacer milagros, aunque prometió no fallarle al pueblo, y hoy resulta una esperanza para millones de mexicanos, en particular los que viven en la pobreza.
El mundo estará atento, en particular América Latina, pues con él México regresa a su tradicional política exterior, abandonada por anteriores administraciones, de no interferir en asuntos internos de otros países, respetarles la autodeterminación y poner por delante la solución negociada de los conflictos.
Al respecto se incluye la relación con Estados Unidos, hoy en uno de sus peores momentos por declaraciones y decisiones del presidente Donald Trump.
Obrador propone cooperación y desarrollo, para evitar la migración, sobre la base del respeto mutuo y la defensa de los millones de mexicanos del lado norte de la frontera.
México vive una nueva etapa de su rica historia. Hoy son tiempos de celebración, pero se avienen otros difíciles en una nación que es referente para todo un continente.
México, un paso a la izquierda y con esperanzas en López Obrador
Por Orlando Oramas León